Recuerdo que cada vez que llegaba a mi casa del colegio inmediatamente me ponía a hacer los deberes del día, y cuando los terminaba, cogía cualquier libro de mi estantería y me transportaba a mi otro mundo, donde había príncipes azules, princesas, animales que hablaban y mucha magia y aventura. Eso me ayudaba a no pensar en nada más y me hacía feliz, era mi forma de evadir los problemas. Sí, realmente los libros eran mis únicos y verdaderos amigos.
Los años fueron pasando, y yo estaba cambiando. Por fuera tenía el mismo aspecto angelical e inocente de siempre, pero por dentro mi mente se estaba volviendo calculadora, retorcida. Constantemente tenía pensamientos macabros, fantaseaba con asesinar a los compañeros de clase que peor me trataban y sonreía con gran satisfacción. Ellos actuaban ignorantes como si nada, pero si pudieran por un segundo meterse en mi cabeza podrían comprobar todas las cosas malas que les deseaba. Me llenaba de dicha poder hacerles en mi mente todo lo que jamás podría y me atrevería a hacerles en la vida real. Era un enorme consuelo para mí, sólo con eso me conformaba.
Me sentía sola, seguía teniendo amigas y no me quejaba por ello. Pero en mi interior había un extraño vacío que me hacía sentir abandonada, incompleta, desterrada. Como si no terminara de formar parte de este mundo, de esta vida.
Lost in Wonderland.
lunes, 6 de abril de 2015
lunes, 30 de marzo de 2015
Capítulo 5.
Por suerte mis amigas siempre salían en mi defensa porque yo era demasiado cobarde para enfrentarme a los que me llamaban gorda y rara. Yo no entendía cómo podían llamarme gorda si realmente no me veía de esa forma. No comía en exceso, y ni siquiera me llevaba desayuno al colegio, no comprendía el porqué me atacaban con eso, y en caso de que sí estuviera gorda, ¿qué tenía eso de malo? ¿acaso no tenía derecho a tener una vida normal por tener unos kilos de más? Y me frustraba, eso acababa afectándome tanto en mi forma de ser como en mi comportamiento con las demás personas. Cada vez era más reservada y solitaria. Mi infancia no fue del todo agradable, aunque acabé por acostumbrarme y le fui dando poca importancia, porque al fin y al cabo era una niña de apenas unos siete u ocho años. Todo estaría bien al día siguiente.
Otro motivo por el cual mis compañeros se burlaban de mí era por las clases de gimnasia. Era, soy y seré una negada para el deporte. Desde que recuerdo y tengo memoria he sido tremendamente patosa y siempre estaba tropezando y cayéndome al suelo, apenas era capaz de acertarle a la pelota cuando jugábamos al tenis, apenas duraba cinco minutos corriendo cuando teníamos que dar vueltas al patio, apenas tocaba la pelota cuando jugábamos al baloncesto, apenas me tenía en pie... Siempre era el blanco perfecto, accidental o intencionadamente todos los pelotazos me los llevaba yo. Se reían a la vez que me pedían disculpas y yo muerta de rabia y frustración teniéndome que tragar las ganas de llorar para no darles la satisfacción de derrumbarme y llorar como una estúpida frente a ellos. Al menos todavía me quedaba una poca de dignidad. Aunque años después la perdiera toda casi sin ser consciente de ello.
Otro motivo por el cual mis compañeros se burlaban de mí era por las clases de gimnasia. Era, soy y seré una negada para el deporte. Desde que recuerdo y tengo memoria he sido tremendamente patosa y siempre estaba tropezando y cayéndome al suelo, apenas era capaz de acertarle a la pelota cuando jugábamos al tenis, apenas duraba cinco minutos corriendo cuando teníamos que dar vueltas al patio, apenas tocaba la pelota cuando jugábamos al baloncesto, apenas me tenía en pie... Siempre era el blanco perfecto, accidental o intencionadamente todos los pelotazos me los llevaba yo. Se reían a la vez que me pedían disculpas y yo muerta de rabia y frustración teniéndome que tragar las ganas de llorar para no darles la satisfacción de derrumbarme y llorar como una estúpida frente a ellos. Al menos todavía me quedaba una poca de dignidad. Aunque años después la perdiera toda casi sin ser consciente de ello.
lunes, 23 de marzo de 2015
Capítulo 4.
Ya desde el colegio algunos chicos y chicas me consideraban rara, fuera de lo común; y por ese motivo era el objeto de todas las burlas.
Puede parecer una tontería, pero algunos niños por muy pequeños que sean hacen comentarios tan hirientes y crueles que duelen demasiado, hasta el punto de que se queden grabados en la cabeza, y por más que pasen los años ahí están las palabras atormentando una y otra vez. Pienso que es algo que nunca se llega a olvidar.
Verdaderamente yo no tenía idea de qué tan diferente era, me consideraba normal, como ellos; pero parecía que estaba equivocada, al menos eso es lo que decían, que no era como ellos. Nunca supe en qué sentido lo dijeron, tampoco es que me importe ya.
Era muy bajita y aniñada para mi edad, siempre aparenté menos edad de la que de verdad tengo, supongo que es algo bueno, me gusta conservarme joven. Y no estaba delgada como prácticamente todas las chicas de mi clase, pero tampoco estaba obesa, simplemente tenía un cuerpo común y corriente, ni gorda ni flaca. Al menos eso creía yo.. que no estaba tan gorda.
Toda la felicidad que tenía empezó poco a poco en transformarse en todo lo contrario, en tristeza y desilusión. Y todas las burlas y todos los comentarios que oía sobre mí hicieron que me convirtiera en una chica tímida, cohibida, asustada...
Me volví una persona insegura y no sabía relacionarme con los demás niños, ese maldito temor de no saber encajar con los demás, desde pequeña eso ya venía conmigo, cogiéndome de la mano.
No fue mi culpa, nunca hice daño a nadie. Aún... Y sin embargo se empeñaban en joderme la existencia, día a día. Como una maldita rutina. No sé por qué me hacían esto.
Puede parecer una tontería, pero algunos niños por muy pequeños que sean hacen comentarios tan hirientes y crueles que duelen demasiado, hasta el punto de que se queden grabados en la cabeza, y por más que pasen los años ahí están las palabras atormentando una y otra vez. Pienso que es algo que nunca se llega a olvidar.
Verdaderamente yo no tenía idea de qué tan diferente era, me consideraba normal, como ellos; pero parecía que estaba equivocada, al menos eso es lo que decían, que no era como ellos. Nunca supe en qué sentido lo dijeron, tampoco es que me importe ya.
Era muy bajita y aniñada para mi edad, siempre aparenté menos edad de la que de verdad tengo, supongo que es algo bueno, me gusta conservarme joven. Y no estaba delgada como prácticamente todas las chicas de mi clase, pero tampoco estaba obesa, simplemente tenía un cuerpo común y corriente, ni gorda ni flaca. Al menos eso creía yo.. que no estaba tan gorda.
Toda la felicidad que tenía empezó poco a poco en transformarse en todo lo contrario, en tristeza y desilusión. Y todas las burlas y todos los comentarios que oía sobre mí hicieron que me convirtiera en una chica tímida, cohibida, asustada...
Me volví una persona insegura y no sabía relacionarme con los demás niños, ese maldito temor de no saber encajar con los demás, desde pequeña eso ya venía conmigo, cogiéndome de la mano.
No fue mi culpa, nunca hice daño a nadie. Aún... Y sin embargo se empeñaban en joderme la existencia, día a día. Como una maldita rutina. No sé por qué me hacían esto.
lunes, 16 de marzo de 2015
Capítulo 3.
Era buena en los estudios, no era la típica chica que constantemente sacaba dieces; pero sí sacaba sietes, ochos, nueves y por supuesto algún que otro diez, no se me daba mal estudiar, al contrario, me gustaba. No necesitaba demasiado esfuerzo para sacar buenas notas, con estudiar un poco cada día era suficiente.
Tenía todas las amigas que una niña pequeña puede tener y no tenía ni una sola preocupación. Era feliz. Me sentía irrompible. Ojalá pudiera volver atrás y quedarme estancada en ese tiempo. Todo hubiera sido más fácil, mi vida habría sido perfecta.
Al ser hija única tenía que lidiar cada día con el aburrimiento que me acechaba en cada esquina, pero realmente eso no era barrera, se me ocurrían mil cosas para hacer a cada momento. Leía bastante, mi estantería estaba siempre plagada de libros infantiles, cuentos y de todo un poco. Leer siempre fue mi vía de escape, en ese instante en el que mis manos rozaban un libro desconectaba del mundo por así decirlo, me sumergía en nuevas aventuras, nuevas vidas. Jugaba con mis muñecas, les cepillaba pacientemente el pelo y les cambiaba de modelito una y otra vez, sin cansarme. Me apasionaba hacer puzzles, según mi madre decía que era capaz de hacer puzzles completos con apenas tres años. También dibujaba mucho, no se me daba del todo mal, así que dejaba volar mi imaginación y plasmaba en el papel absolutamente todo lo que se me venía a la mente.
Era una niña dócil, sin maldad alguna, sensible, extremadamente vulnerable y débil. Siempre, desde que tengo uso de razón me ha afectado muchísimo todo lo que decían de mí, para bien o para mal. Es por eso que tal vez se aprovecharon de mi debilidad, para humillarme, para destrozarme y dejar mis piezas esparcidas por ahí. Sin poder regenerarse de nuevo.
martes, 10 de marzo de 2015
Capítulo 2.
Nací
en la ciudad de Sevilla, España. A día de hoy aún sigo viviendo en
el pueblo donde me crié, en un barrio de lo más tranquilo y
agradable. Es de lo único que no puedo quejarme.
Soy
hija única, no tengo hermanos ni hermanas, así que he podido
disfrutar del total privilegio de tener todo lo que quisiera. Era por
así decirlo la hija mimada.
Realmente
mis padres me compraban todo lo que se me antojaba, no me faltó
nunca nada material. Se desvivían por mí, pienso que tal vez me
consintieron demasiado, fui una niña excesivamente consentida y
caprichosa. No les culpo por ello, ni mucho menos, es decir, mis
padres siempre quisieron lo mejor para mí. Me mantuvieron alejada de
todo lo que pudiera hacerme daño y es normal, ¿qué clase de padres
quieren ver sufrir a sus hijos? Sólo que a veces pienso que quizás
me sobreprotegieron en exceso. Esa sobreprotección que tan
inofensiva parecía acabó perjudicándome.
Lo
tuve absolutamente todo para ser feliz, y no sirvió de nada. Una
lástima, sí.
Era
todo un angelito y toda la gente se quedaba prendada conmigo, y con
razón, era verdaderamente adorable, pacífica y educada. La aparente
hija buena y perfecta. La que nunca rompe un plato. Tenía esa pureza
e inocencia que todos los niños pequeños suelen tener. Y yo la
tenía en cantidades industriales.
No
recuerdo en qué momento perdí mi pureza, en qué momento perdí la
inocencia. Bueno, en realidad sí que lo sé, pero todavía no voy a
adelantarme a los acontecimientos, aún falta mucho camino por
recorrer en esta enrevesada historia...
Casi
siempre me comparaban con una muñeca ya que tenía el cabello largo
y rubio dorado, formado por tirabuzones tan perfectos que parecían
recién hechos en una peluquería, una piel suave y pálida casi de
porcelana, los labios rosados y unos ojos grandes de color marrón
verdoso muy expresivos. Mi mirada es la que siempre hablaba por mí,
mis ojos expresaban lo que mi boca callaba. Y eso es lo que más
llamaba la atención de mi rostro, mis ojos. Mis enormes ojos.
Capítulo 1.
Bien,
escribir un libro es mucho más difícil de lo que pensaba, sobretodo
si se escribe sobre algo duro, reciente, algo que aún te afecta.
Pero aún así opino firmemente que cada persona debe contar su
historia, por aburrida o fascinante que sea merece ser contada, ¿por
qué no? Es la única forma de dejar huella en el mundo, sean pocas o
muchas las personas que conozcan tu historia significa que de verdad
llegaste a existir un día, que eras real, que no fuiste un simple
espejismo.
Es
doloroso tener que rebuscar en la mente antiguos recuerdos que
quedaron en el olvido, duele volver a echar un vistazo atrás,
revivir el pasado, pero lo que más me duele realmente es ver como
dejé que mi vida se estropeara sin poder hacer nada para evitarlo.
Como
me permití a mí misma llegar tan lejos y como permití a
determinadas personas jugar conmigo y con mis ilusiones. Como perdí
el control de mí misma, de mi mente, de mi propio cuerpo. Por
suerte, todos los errores sirven de lecciones, te ayudan a aprender,
a madurar y a no repetirlos. Cualquier equivocación es bienvenida,
siempre y cuando aprendas de ella, por supuesto.
He
leído en muchas ocasiones la famosa frase 'lo que no te mata te hace
más fuerte' y bajo mi propia experiencia quiero decir que eso es
falso. Al menos no en mi caso, lo que no me mató nunca me hizo más
fuerte, en absoluto.
Mi
nombre es Raquel, y, para ser sincera no tengo claro el motivo por el
cual mis padres escogieron ese nombre para mí, si fue casualidad o
tiene una historia detrás o un por qué, nunca me he interesado, tal
vez sea hora de saberlo.
Puedo
decir que desde pequeña siempre he sabido que no soy una persona
normal, no estoy muy segura de la palabra que me definiría pero si
tengo que usar alguna para definirme diría que soy especial o
diferente. Esas son las palabras que normalmente usan las personas
cuando se refieren a mí, pero ¿de verdad soy especial? ¿soy
diferente? ¿o sólo lo dicen para contentarme? No lo sé, no lo
sabré. Tal vez lo decían para que yo misma me lo creyera y dejara
de sentirme tan miserable, para que no me martirizara por esto
también tal vez, o puede ser que lo decían porque era cierto, pero
me han mentido y engañado en tantísimas ocasiones que no confío en
nada de lo que me digan, por muy sinceras que sean las palabras. No
puedo, lo siento, no puedo creer ni siquiera en mí. Estoy demasiado
rota en todos los aspectos posibles.
lunes, 23 de febrero de 2015
Introducción.
Me
despierto sobresaltada, ¿ha sido una pesadilla o esto está pasando
de verdad?
Mi almohada está empapada de lágrimas, y, me noto los
ojos pesados e hinchados, casi no puedo abrirlos, debo haber pasado
muchas horas llorando, como cada noche.
Mi cabeza me da mil vueltas,
como si estuviera montada en un tiovivo de feria, me duele, me siento
mareada, pero estoy tan acostumbrada a sentirme mareada y cansada que
eso es lo último que me preocupa en estos momentos. Hay cosas más
importantes por las tengo que preocuparme.
Está todo oscuro, así
que debe ser muy tarde. Extiendo la mano para coger el teléfono
móvil que está encima de la mesa. La luz me ciega por unos
segundos. Sí, son las cuatro de la mañana y he vuelto a despertarme
entre gritos de desesperación, de angustia, de sufrimiento.
Ilumino
mis brazos, mis muñecas tienen una tonalidad carmesí y sangre
reseca, la piel está sensible e irritada.
Siete cortes en total, son
recientes pero no me duelen, ya no. Hace mucho tiempo que dejé de
sentir dolor, ¿qué es lo que me estoy haciendo?
A continuación,
aún con el teléfono en mis manos, ilumino mi cuerpo. La luz refleja
una delgadez extrema, una delgadez enferma.
Con dedos temblorosos
recorro mis sobresalientes costillas, mis huesos de la cadera, mis
clavículas. Soy toda huesos, debería sentirme orgullosa por lo que
he conseguido, por todo el esfuerzo, sacrificio y llanto. Pero en
lugar de eso, por unos segundos me provoca repugnancia mi propio
tacto.
Y me pregunto, ¿en qué momento dejé que esto sucediera?
¿por qué me he permitido llegar tan lejos? Automáticamente una voz
en mi cabeza me susurra: 'porque así lo has querido tú'. Y tiene
razón, una vez más.
Sólo yo me he permitido a mí misma
destruirme, y ahora sólo queda un cuerpo casi sin vida, esperando la
muerte lenta y pacientemente. ¿Qué debo hacer? ¿debo dejarme morir
y acabar con esto de una buena vez o debo tratar de salir de este
pozo donde me encuentro atascada?
Comienzo nuevamente a sollozar
hasta que todo se torna oscuro otra vez. Vuelvo a sumirme en un nuevo
y diferente sueño. Un sueño del cual no me gustaría volver a
despertar.
Que alguien me salve, lo pido por favor. Lo necesito.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)